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PRESENTACIÓN EXPOSICIÓN DE LA LIBRERÍA DIÁLOGO
12 DE NOVIEMBRE DE 2010

 

Elegir

¿Qué aspecto de su obra o de su persona elegimos en esta inauguración?. Decía Ortega que nuestro corazón es una máquina de elegir. Y es cierto que pasamos la vida eligiendo, entre lo uno y lo otro. Y continuaba Ortega afirmando que elegir es una tragedia, porque supone reconocer ambos términos sometidos a elección como bienes, como valores positivos. Y aunque elijamos lo que nos parece mejor, siempre se abre una oquedad en nuestra alma. De tal modo que el filósofo español sentenció: la vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. Si me permite el atrevimiento, quizá la vida cobra sentido cuando se aspira a lo mejor , a lo sublime, a la Belleza, a la Libertad y a la Verdad.

Juana eligió estudiar Dietética y Nutrición y más tarde Magisterio. Pero el arte le acechaba en su vida, hasta que por fin , con la conocida frase del zorro de “El principito” de Saint- Exupéry la pintura la domesticó. Primero fueron unos carteles, luego la pintura le exigió más aparatos, que si pinceles que si lienzos. Y al final nos encontramos con que Juana, se ha convertido sin ningún soporte academicista en una domadora de colores.

En ese saber quien elige a quien, si es el artista quien elige ser artista o es el arte el que busca al artista no me cabe la menor duda, la pintura eligió a Juana.

La mirada

Los que nos encontramos aquí conocemos a Juana, algunos sin tener sus apellidos o teniéndolos son  Juana, y sin ellos Juana no sería Juana, y sin esa parcelita de Juana, nosotros no seríamos nosotros. Todos nosotros que mayoritariamente la conocemos, no es la primera vez que miramos sus cuadros. Pero en esta inauguración, la primera de muchas, sus cuadros van a quedar expuestos ante la mirada de desconocidos.

Y la primera noticia que tenemos de las cosas o de las personas es precisamente su mirada. Y tenemos muchas formas de mirar, miramos de diferente forma los paisajes  y las personas. Los paisajes, qué diferentes son las calles que se descubren por primera vez cuando viajamos a un lugar desconocido. Pues bien, a través de sus cuadros Juana, nos presenta lugares mágicos. Si aunque identificamos su pintura como naif, nos damos cuenta que el realismo no es predominante, en sus cuadros también hay ensoñación. Quién sabe si los visitantes al mirar sus cuadros quizá descubran en su corazón las mismas cicatrices o simplemente se admiren ante el descubrimiento de un artista.

La luz

En la obra de Juana no encontramos una perfección de objetos, ni personas ni paisajes, no es una pintura que perfile ni defina los contornos como en la pintura flamenca que invita al tacto, a la corporeidad, a querer tocar las copas, los libros, los encajes de los vestidos. La pintura de Juana es una pintura porosa, que encierra en su concentración y dilatación de color la fuerza de la luz. Unas veces la luz es suave como de tahoma, otras es una luz agria, como de melodía en verano.

 

Madrid 12 de noviembre de 2010

Nos encontramos aquí esta tarde para acompañar a Juana Sánchez en la inauguración de su exposición, esperando que sea el comienzo de muchas más y empujón para continuar en el mundo de la pintura.

La pintora nació en 1976 en el madrileño barrio de Carabanchel, cursó los estudios de dietética y Nutrición y Magisterio. Está casada y tiene tres hijos.

Tras estas breves pinceladas biográficas, tenemos que destacar que más allá de estos "datos", o mejor dicho, junto a estos datos personales que pertenecen a su intimidad , ella siempre ha estado presente en todo aquello que a los largo de su vida era vehículo de la expresión artística: el baile, la interpretación… tanto que acabó formando parte activa de un grupo de teatro llamado Jacarandá.

¿Qué pasaría si nos enfrentamos a su pintura sin saber nada de la pintora? Cuando uno se enfrenta con una obra de arte de la que ignora el autor y la cronología se pone en una perspectiva privilegiada que está como fuera del tiempo, incluso del espacio, y esa lejanía le confiere una extraña autoridad inocente. Eso me ha pasado con los cuadros de Juana Sánchez Morales. Desde esa vista privilegiada de la que hemos hablado, me he sonreído con su ingenuidad näif, llena de color y de alegría, pero esa misma ingenuidad también me ha conmovido por lo que tiene de fragilidad, de alma a punto de romperse en pedazos cayéndose de un guindo. Decía Picasso que se había pasado toda la vida trabajando para acabar pintando como un niño; parece que juana ha tenido que hacer el esfuerzo purificador de seguir siendo una niña para pintar con la gracia de un Picasso.

En sus cuadros de sirenas hay realmente conchas que vuelan como las novias en los cuadros de Chagall, en sus girasoles hay pipas como lágrimas de Van Gogh y en su mar está toda la frescura del agua salada del mar y la dulzura de la brisa. En esta compenetración con el mundo matérico hay algo primitivo que parece hablarnos en un idioma originario- y original- que está en perfecta consonancia con la percepción infantil de la naturaleza: deberíamos decretar que quien no viera la fuerza que late oculta en la semilla no tendría derecho a subirse a los árboles. La pintura de Juana Sánchez nos habla con el desparpajo de un niño, y por eso los soportes de sus obras cogen la forma del tema de sus cuadros, pues la realidad y la imaginación juegan en el mismo equipo, y si el universo se mete en sus cuadros como en una caja mágica también sus cuadros se amplían, se retuercen, se salen, se vuelven como queriendo salirse de sí mismos.

Esta salida imposible sólo es posible a través de la emoción, y ésta es transferible sólo por el color, por la forma, por la combinación de pinceladas, materias, sueños, miedos, esperanzas que un día quizá lejano estuvieron en la mente y en las manos de Juana Sánchez y que hoy, día de la inauguración de esta exposición, están en nuestra mirada, en el cuenco pequeño de nuestras manos de niño.